Veamos los dones en lista del versículo 7 y 8
que son:
1). Don de servicio
2). Don de enseñaza
3). Don de exhortar
4). Don de repartir
5). Don de presidir
6). Don de misericordia
1). Don de servicio:
A mi ver, no debe limitarse a los cuidados materiales y
financieros de una congregación, pues la voz se aplica a muy variados
ministerios en el texto del Nuevo Testamento. Sin duda abarca el servicio
material, pero puede incluir también los más elevados ejercicios del
ministerio. (Romanos 12:7; Hechos 6:1; 16:1-2, 2 Corintios 8:4; 9:12; Romanos
15:25-27).
2). Don de enseñanza:
El que enseña dará el tiempo necesario para profundizar en
la Palabra, siendo capaz de una exégesis exacta y de una clara definición de
doctrinas. Una cadena de enseñadores a través de los siglos es el único medio
para conservar la fe en medio de los cambios de ambiente y de pensamiento que
produce constantemente la sociedad humana, y aun dentro la llamada sociedad
cristiana. 2 Timoteo 2:2,15.
3). Don de exhortar:
El que exhorta es llamado a aplicar los principios de la
Palabra a las necesidades de los creyentes en las circunstancias de su día. No
se trata de aplicar el palo limpio a las espaldas de los oyentes, sino de una comprensión
de las ondas necesidades espirituales que en efecto existen y que han de
remediarse, no por ideas carnales, sino por la medicina y el alimento de la
Palabra revelada. El ejercicio del don requiere simpatía, firmeza, corazón y
claridad de expresión.
4). Don de repartir:
La iglesia local tiene responsabilidades de orden material
frente a casos de pobreza y necesidad, de modo que el repartir constituye un
carisma tanto como lo demás. Si el hermano que es ayudado percibe un espíritu
mezquino, o una actitud condescendiente, se sentirá lastimado. Por eso la
condición esencial para el ejercicio de este don es la sencillez o la
liberalidad en dar con generosidad. (1 Corintios 13:3; Romanos 12:8; 2
Corintios 8:5; 2 Co. 9:6-7).
5). Don de presidir:
Cualquiera que tenga carisma de guiar. El ejercicio de
autoridad de presidencia en la iglesia local requiere una dosis especialmente
fuerte gracia y de humanidad, pues al yo carnal le gusta destacarse y mandar.
Aquí se trata de un verdadero don del Espíritu. Que debe ser reconocido, sino
hay diligente preocupación por la grey y por el adelanto de la obra del Señor
no existe señal manifiesta de que el Espíritu Santo haya puesto a tal persona
como sobreveedor de la grey. (Hechos 20:28) base obligada para toda ordenanza y
reconocimiento.
6). Don de misericordia:
Este don es un poco diferente a los anteriores en un detalle
importante: mientras aquellos tienen que ver con el cuidado de las necesidades
de otros mediante la aplicación en su caso de dinero o cosas concretas que las
cubren, como alimentos, ropa, medicamentos, un techo para cobijarse. Ejercer
misericordia es ponerse uno mismo a lado o en lugar del otro, sufrir lo que
sufre, o sea, darse a él. Implica un alto nivel de riesgo personal casi
siempre, por que compromete no solo lo que cada uno de nosotros tenemos, sino
lo que somos. Es el don del que cuida enfermos u rescata marginados, de quien
está dispuesto a pasar largas horas con ellos, aun con riesgo de su propia
vida.
Todos los creyentes hemos de ejercitarnos en el amor y las
buenas obras, ayudando al necesitado siempre que haya oportunidad para ello,
pero el don de la misericordia implica darse por entero a las personas que
sufren, en la compasión de Cristo. Y recordemos que en fondo, el ejercer de
dicho don requiere que tratemos a las personas tal como Dios nos trató a
nosotros en su misericordia, no porque lo merecíamos, sino porque precisamente porque
estábamos necesitados y en su amor y compasión nos buscó y nos salvó por su
sola gracia. (Mateo 5:7; Ro. 12:8).
Toda habilidad, talento, destreza y dones personales se
deben a la gracia y bondad de Dios, su providencia en nuestra persona y Su
fidelidad en nuestro legado y experiencia.
